Es Dios quien da fuerzas al cansado, y ánimo al que flaquea y teme desfallecer.
Todos nos cansamos de algunas cosas en la marcha de la vida. En estos tiempos de tanta permisividad y sobreprotección, los niños pequeños, y especialmente los mas grandecitos, manifiestan su desinterés y su cansancio casi constantemente. Como si hubieran nacido cansados. Me sorprende que este fenómeno se de tanto en los chicos y los jóvenes. Detrás de esta esta conducta, hay seguramente, algo que los adultos no estamos haciendo bien.
Cansarse es algo natural, pero vivir cansados no lo es.
Nos cansamos de hacer cosas, especialmente cuando no vemos resultados aceptables en nuestras acciones. Los padres se cansan de enseñarles cosas a sus hijos cuando ven que estos se resisten a tomarlas en cuenta. Los maestros y profesores se cansan de repetir siempre las mismas cosas a sus alumnos, cuando la respuesta es el desinterés y la apatía, o peor aún, la falta de respeto y el atropello. Los pastores se cansan de predicar y enseñar las verdades de Dios a la gente, cuando ésta responde con desinterés, o directamente no responde.
Los cristianos tendemos a cansarnos cuando vemos que constantemente estamos remando contra la corriente. Cuando vemos que la Palabra de Dios, (y Dios mismo), está siendo tomando como algo que ya no es necesario para nada en estos tiempos, o porque choca contra los criterios de la razón, la que es puesta en el nivel de diosa, y considerada la medida suprema para todas las cosas.
Entonces vienen las preguntas: ¿Para qué sirve creer las enseñanzas bíblicas? ¿Para qué llevar una vida según las enseñanzas de la Biblia, cuando casi nadie lo hace? ¿Tiene sentido seguir insistiendo en ello? ¿No está perdida, a esta altura de la historia, la causa de la iglesia cristiana y su desaparición es solamente cuestión de tiempo?
Si dependiera de nosotros, con toda seguridad podríamos decir que sí. Estamos en una causa contra la que se combate ferozmente desde todos los flancos. Y podríamos cansarnos de seguir y de perseverar en este camino que avanza contra la corriente.
Pero no depende de nosotros. Depende de Dios. Él es quien por la acción de su Espíritu Santo, enviado por medio de su Palabra poderosa, por medio del Santo Bautismo, y por medio de la Santa Cena, hace nacer, crecer, permanecer y perseverar a su santa iglesia, contra todos sus adversarios, y la integra finalmente a la multitud triunfante en los cielos.
Es Dios quien da fuerzas al cansado, y ánimo al que flaquea y teme desfallecer. Por eso se nos llama a enfrentar el cansancio que nos sobreviene, con una alimentación adecuada y el reposo necesario para recobrar fuerzas. Dios mismo nos nutre con su Palabra y sacramento, y nos ofrece descanso en medio de su rebaño.
No nos cansemos, a pesar de las dificultades, de cultivar la fe basada en la Palabra, participando con frecuencia de la predicación, y leyéndola y meditándola cuanto mas nos sea posible. No nos cansemos de recibir el fortalecimiento ofrecido en la Santa Cena. Y no nos cansemos de vivir piadosamente, esmerándonos en poner en práctica la voluntad de Dios, expresada en sus mandamientos.
Carlos Nagel – Presidente de la Iglesia Evangélica Luterana Argentina.