Llegó la Navidad… No la maten, por favor

En Navidad celebramos el gran regalo que Dios dio a la humanidad hundida en la miseria del pecado y atada a condenación eterna bajo la ira o enojo de Dios contra la mal- dad humana.

En Navidad celebramos el amor de Dios que superó su ira contra el pecado, de modo que Dios mismo se encarnó, se hizo también un ser humano como nosotros en la persona de su Hijo Jesucristo. Él es verdadero Dios desde la eternidad y también verdadero hombre desde su concepción en el vientre de María. Aquel Dios y bebé humano de Belén vino al mundo para cumplir con toda justicia y ponerse bajo la ira de Dios como nuestro reemplazante para recibir todo el castigo, para que todo aquel que en él crea, no se pierda, sino que tenga vida eterna. En Navidad celebramos este sublime regalo de Dios envuelto en amor.

Sin embargo, el diablo y el mundo quieren matar la verdadera navidad y reemplazarla por cuestiones superficiales. Nos quieren hacer creer que la Navidad es la fiesta en la que la familia se debe juntar, sin ninguna referencia a la obra de Cristo. Nos quieren hacer creer que el centro de todo es la abundante comida y bebida para festejar hasta la madrugada, con la alegría aparente producida por el alcohol y fuegos artificiales, antes que por el motivo por el cual se festeja. Nos quieren hacer creer que para Navidad hay que comprar todo lo que se puede, regalar algo a otros, aunque sea por compromiso, sin pensar en el gran regalo que Dios nos dio en la primera Navidad.

Fácilmente los cristianos nos dejamos arrastrar, y sin querer contribuimos a la destrucción del correcto sentido de lo que corresponde celebrar en Navidad. Así, en vez de vivir la Navidad, la estamos matando.

¿Qué podemos hacer para revivir la Navidad de Jesucristo? Revivimos la Navidad cuando ponemos a Cristo como centro de la celebración, festejando su nacimiento, su natividad, como el mayor acto de amor de nuestro buen Dios al dar a su Hijo para ser nuestro Salvador. Revivimos la Navidad cuando nos juntamos con nuestros hermanos en la fe para recibir su bendición, para adorarle y darle gracias por su gran regalo de amor. Y si además seguimos luego alguna tradición navideña, como adornar un árbol y la casa, reunirnos para comer algo especial e intercambiar regalos, aprovechemos para relacionarlo todo con JESÚS, EL REGALO DE DIOS ENVUELTO EN AMOR.

¡FELIZ NAVIDAD VERDADERA!

Dr. José Pfaffenzeller – Profesor del Seminario Concordia.