Bendito el que viene

Al día siguiente, al oír que Jesús venía a Jerusalén, grandes multitudes que habían venido a la fiesta tomaron ramas de palmera y salieron a recibirlo. Y clamaban: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!» Y Jesús halló un asno, y montó sobre él, como está escrito: «No temas, hija de Sión; Aquí viene tu Rey, Montado sobre un pollino de asna.» Al principio, sus discípulos no comprendieron estas cosas; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que así le habían sucedido. Y la gente que estaba con él daba testimonio de cómo ordenó a Lázaro salir del sepulcro y lo resucitó de los muertos. Por eso también la gente había venido a recibirlo, pues sabía que él había hecho esta señal. Pero los fariseos dijeron entre sí: «Como pueden ver, así no conseguiremos nada. ¡Todo el mundo se va tras él!» Evangelio de Juan 12:12-19.

Ahí viene. ¡Córranse que quiero verlo! ¿¿¿Qué es eso??? Pero ¿¿¿Qué es eso??? ¿Están viendo lo mismo que veo yo? ¿Lo están viendo? ¡No puede ser! En un burrito, sin corona alguna, sin manto dorado. Lo leo y no lo creo: Y Jesús halló un asno, y montó sobre él, como está escrito: «No temas, hija de Sión; Aquí viene tu Rey, Montado sobre un pollino de asna.» (Juan 12:14-15).

Lo que estamos viendo concuerda con quién es él y para qué vino:

  • Claramente nos dijo que no vino para ser servido sino para servir y dar su vida por los demás.
  • También dijo: “Mi reino no es de este mundo”. No es un reino corto, pasajero. ¡Es eterno!
  • En aquella entrada no venía reclutando gente para la guerra, venía en son de paz, para ofrecerse y que haya reconciliación.
  • Los enemigos no eran los que parecían. El conflicto era realmente otro. Era entre Dios y nosotros. Un Dios lleno de ira por causa de nuestro pecado. Sí, el problema era ¡con nosotros!
  • Solamente se aplacaba mediante el castigo del ser humano.
  • Allí iba él, manso, como cordero yendo al matadero, para entregar su cuerpo como ofrenda sobre el altar de la cruz, dándose por completo como pago y satisfacción por nuestros pecados.
  • La ira quedó aplacada. Nuestro conflicto con Dios terminó en la cruz. “Por tanto, no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús…” (Romanos 8:1).

¡Hosanna! ¡Bendito el que vino y el que viene en el nombre del Señor! Que tengan un bendecido domingo e inicio de Semana Santa.

Arturo E. Truenow, pastor presidente.