Cristo ofreció su vida como pago para nuestro rescate. ¿A quién le pagó? ¿Le pagó al diablo para que él nos deje libres? ¡No! Cristo se ofreció como ofrenda a Dios mismo y con su sacrificio quedó aplacada la ira que Dios tenía por causa de nuestro pecado. La misma muerte de Cristo resultó en la derrota del diablo, ya que al tener nosotros el perdón, el diablo no tiene de qué acusarnos.
“Con todo, él llevará sobre sí nuestros males, y sufrirá nuestros dolores, mientras nosotros creeremos que Dios lo ha azotado, lo ha herido y humillado. Pero él será herido por nuestros pecados; ¡molido por nuestras rebeliones! Sobre él vendrá el castigo de nuestra paz, y por su llaga seremos sanados. Todos perderemos el rumbo, como ovejas, y cada uno tomará su propio camino; pero el Señor descargará sobre él todo el peso de nuestros pecados”. Isaías 53:4-6.
Como dato curioso, el centro del Antiguo Testamento (el orden de los libros por parte del pueblo judío es distinto que el que tenemos en nuestras Biblias en castellano), es el capítulo 53 del libro de Isaías, precisamente los versículos 4 a 6 que nos hablan de manera profética del sacrificio de Cristo en la cruz por nuestra salvación. Por otro lado, tomando toda la Biblia, el capítulo central es el Salmo 118, que tiene como tema la certeza de la resurrección. Podemos concluir: la Biblia está construida alrededor de la cruz y la resurrección de nuestro Señor.
Tomado de Curso de confirmandos, preparado por Arturo E. Truenow.