Tiempo de Cuaresma

Inicia un nuevo periodo Cuaresma, un lapso de cuarenta días en los que preparamos nuestra mente y corazón para lo que viene después: la celebración de la Pascua. 

Sin embargo, estos días suelen pasarse volando como cualquier otro y no les prestamos mayor atención. Quizás podemos hacer que este año sea diferente. Pero ¿en qué puede consistir esta preparación? ¿Deberíamos ayunar, privarnos de ciertas comidas, leer mucho la Biblia, orar una hora por día? No es necesario que cumplamos tales rituales, en especial si sólo son un acto externo que no nos alimenta. Lo que Dios quiere es que más que nada fijemos la vista en Él y nos preocupemos por escuchar su voluntad. Que practiquemos el bien, que amemos a nuestro hermano, que compartamos nuestras bendiciones con los que padecen necesidad. 

Isaías capítulo 58 vers. 13 y 14 dice: “Si en el día de reposo, que es mi día santo, te refrenas de hacer tu voluntad y lo llamas día santo y glorioso del Señor; y si lo honras no siguiendo tu propio camino ni buscando tu voluntad, ni hablando por hablar, entonces hallarás tu deleite en mí. Yo, el Señor, te llevaré a las alturas de la tierra, y allí te daré a comer de la herencia de tu padre Jacob.” Si bien el profeta Isaías no habla de la cuaresma, sino del día de reposo, podemos aplicar sus palabras a este tiempo y a toda la vida cristiana. 

Aprovechemos este período de cuaresma para pensar menos en lo que “yo quiero para mí” y más en lo que Dios quiere para mí. Para hablar menos de lo que “yo pienso acerca de Dios” y escuchar con más atención lo que Dios dice acerca de sí mismo. Para valorar y dar gracias por lo que tenemos: por su palabra, su absolución y su santa cena, que nos acercan a Él y nos permiten recibir las más ricas bendiciones: su perdón y su salvación, la promesa de la vida eterna junto a Él.