Libre para interactuar en familia

El evangelio de este domingo, Marcos 4:35–41 (aparece publicado abajo), es un relato muy conocido. Hay mucho movimiento, interacción, miedo, desesperación, calma y pregunta.

Cada tanto escuchamos que algunos se saludan de esta manera: ¿Cómo estás? Bien, ¿o preferís que te cuente? El “bien” manifiesta calma, bonanza. En la pregunta que viene después hay indicios de tormenta.

Este domingo es el día del padre. Gracias a Dios para muchos será un día de celebración, un día para estar con, para agradecer, para compartir algunos mimos, una rica comida, reír. ¡A disfrutarlo!

Para otros, ser padre es lo más parecido a la tempestad de la que escuchamos en el texto. En muchos hogares la relación padre/hijo es tempestuosa: gritos, humillación, falta de respeto, desobediencia, oídos tapados a cualquier consejo. Hijos con apenas 20 años que creen que tienen consigo toda la experiencia que la humanidad acumuló durante miles de años. Padres que no fueron referentes para sus hijos; que se salieron del rol de ser representantes de Dios y educarlos en el temor del Señor, y en su lugar impusieron su egoísmo, indiferencia, ausencia y vanidad. Ante este escenario, caótico en muchos casos, Dios en su palabra nos mueve en dirección hacia él, a buscarlo en arrepentimiento donde él está y aferrarnos a su obra; como hicieron aquellos que lo despertaron suplicándole: “¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estemos por morir?”. Buscarlo para que calme nuestra tempestad y nos salve.

Aquellos tuvieron lo que necesitaban: calma y protección en medio de la tempestad. ¿Y nosotros? Somos de resignamos fácilmente y decirnos: esta es la vida que me tocó y las relaciones que me tocaron… tempestuosas. Aquellos no quedaron encerrados en sus propios esfuerzos, notaban que no lograban nada con ellos, más bien se hundían.

Pidamos ayuda como lo hicieron ellos: acudamos en oración, con humildad y arrepentimiento. Despertemos a quienes están a nuestro alrededor y son capaces de ayudarnos: puede ser el pastor, otros padres, un docente, nuestro propio padre y madre; todos ellos superiores en estas circunstancias, y por ende, representantes de Dios para nosotros y nuestra realidad tempestuosa.

Después de la calma que Cristo traerá en nuestras relaciones, de seguro nos preguntaremos también ¿quién es este? Como lo trae el enfoque semanal del plan nacional, es Dios, que desea acompañarte en el viaje de la vida para que seas libre, sincero, honesto y auténtico. ¡Feliz día!

Arturo E. Truenow, pastor presidente.

Jesús calma la tormenta

Ese mismo día, al caer la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: «Pasemos al otro lado.» Despidió a la multitud, y partieron con él en la barca donde estaba. También otras barcas lo acompañaron. Pero se levantó una gran tempestad con vientos, y de tal manera las olas azotaban la barca, que ésta estaba por inundarse. Jesús estaba en la popa, y dormía sobre una almohada. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿Acaso no te importa que estamos por naufragar?» Jesús se levantó y reprendió al viento, y dijo a las aguas: «¡Silencio! ¡A callar!» Y el viento se calmó, y todo quedó en completa calma. A sus discípulos les dijo: «¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Cómo es que no tienen fe?» Ellos estaban muy asustados, y se decían unos a otros: «¿Quién es éste, que hasta el viento y las aguas lo obedecen?»

Marcos 4:35-41