Ascensión de Nuestro Señor

 Luego los llevó de allí a Betania, y levantando sus manos los bendijo. Pero sucedió que, mientras los bendecía, se apartó de ellos y fue llevado a las alturas del cielo. Ellos lo adoraron, y después volvieron muy felices a Jerusalén; y siempre estaban en el templo, alabando y bendiciendo a Dios.

(Lucas 24:50-53)

Jesús se despide bendiciendo a los suyos, se apartó de ellos y fue llevado a las alturas del cielo dice el evangelista.

Jesús no desapareció, y tampoco es que se supo más de él. Sino que ascendió a los cielos. En el Credo apostólico, la primera confesión de fe de  la cristiandad, esta verdad queda en evidencia con las palabras: “Está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso”.  

Después de la resurrección, Jesús adquirió nuevamente el atributo divino de la omnipresencia, por lo que si bien está en presencia del padre, también estuvo y está con sus discípulos todos los días hasta el fin del mundo, está con cada cristiano, y además, se hace presente de una manera especial en cada culto para darnos sus dones por medio de su palabra y su cuerpo y sangre.

Los discípulos en vez de entristecerse, lo adoraban. Y se fueron al templo y allí alaban y daban gracias a Dios. Estaban felices porque habían conocido a Cristo y creían en él como su salvador.  El agradecimiento y la alegría, son elementos que distinguen al cristiano. Si vivimos amargados y descontentos por todo, es señal de que nos está faltando un encuentro con Cristo. Porque las huellas que Jesús deja en la vida de alguien es alegría, bendición y paz.

Alegrémonos como iglesia por todas las cosas que el Señor realizó entre nosotros y en especial, por nosotros.