El Señor sigue siendo mi salvación y mi fuerza (2º parte).

En la reflexión anterior bajo este mismo título y ante el panorama que nos toca vivir nos preguntamos ¿Cómo seguimos adelante? ¿A qué nos aferramos?

En esa oportunidad respondimos solo a la segunda pregunta. Resumiendo, nos aferramos a Dios y sus promesas. En su persona está y descansa nuestra seguridad, en su obra poderosa por nosotros y en su palabra que nos trae los resultados de esta obra: el perdón, la paz, el consuelo, la vida y la vida eterna. Nuestra confianza no depende de aquello terrenal que Dios nos da o nos quita durante nuestra vida.

Por esto podemos decir con Habacuc, libro en el que se basó aquella reflexión: estoy contento y seguro porque aunque me falte de todo y no tenga ni lo más básico para vivir, aunque ya no tenga salud ni la compañía de los míos, sin embargo, tú sigues siendo mi Dios, mi salvación y mi fortaleza.

Hoy vamos a centrarnos en la primera pregunta: ¿Cómo seguimos adelante? Cubriremos solamente dos aspectos: 

En primer lugar, arrepintiéndonos. Cuántas veces hemos pensado que teníamos todo bajo control, incluso nuestras emociones. Y lo peor es que, con todo lo que está ocurriendo, seguimos viéndonos autosuficientes en muchos aspectos. De poco nos sirvió creernos gigantes, como se la creyó Goliat. Por estos tiempos volvió a mostrarse lo que en realidad somos, seres débiles y pequeños. En vez de vernos como gigantes, la realidad nos dicta que Dios tiene mejor vista que nosotros: “Él tiene su trono sobre el arco de la tierra, cuyos habitantes son como langostas; él extiende los cielos como una cortina, y los despliega como una tienda de campaña. Él convierte en nada a los poderosos y a los gobernantes de la tierra…” Isaías 40:22-23.

En segundo lugar, acompañando (que no es otra cosa que servir) a quienes están en el frente de batalla, a quienes están más expuestos o con mayores responsabilidades, para que sepan que no están solos y, especialmente, que recuerden que Dios está con ellos con su especial cuidado. La cuarentena nos ha limitado bastante en este acompañar, pero el abanico de posibilidades igualmente es grande: hablar por teléfono, enviar un mensaje, compartir una reflexión y otras que se les ocurran. Ese abanico comienza y termina con nuestra oración a Dios por estas y otras personas.

Entre nuestros conocidos y miembros de la iglesia hay médicos, enfermeros, personal de la salud, docentes, policías, militares, aquellos que atienden los negocios de necesidades básicas y otros. Comparto dos ejemplos que marcan lo que están viviendo y cómo lo están viviendo. Los dos son de publicaciones de Facebook: 

“Con lágrimas en los ojos, comparto este texto que pone en palabras lo que muchos sentimos hoy, entre tanta angustia, miedo, e incertidumbre por lo que vendrá… Agradezco formar parte de un excelente equipo de trabajo en el que el compañerismo, el apoyo y la compañía son parte del día a día… En manos de Dios estamos, sigamos orando… Y buena guardia para todos mis colegas!” 

Copiado del perfil de Jenny Kroeger, médica. Porción.

En parte de ese texto que compartió se lee: “Tenemos miedo de llevar la enfermedad y la muerte a nuestras casas. O de sucumbir nosotros mismos. Pero juramos voluntaria y libremente velar en todo momento por la salud de nuestros pacientes, y a allá vamos”. 

El otro ejemplo tiene que ver con la docencia. Aunque las escuelas están cerradas y por ello no hay cercanía física con los alumnos, sin embargo los docentes están llamados a ejercer una noble tarea en la instrucción y cuidado emocional de los alumnos con los recursos que hoy nos brinda la tecnología. 

“El aprendizaje va de la mano de lo emocional, de lo vivencial, de lo real, de lo contextual. ¿Te preguntaste antes de enviar a tus alumnos miles de ejercitaciones, tareas y actividades cómo se sienten? ¿Cómo viven ellos este caos que empiezan a sentir a su alrededor? Te preguntaste cómo se siente un niño, un adolescente ante la amenaza de lo peor, lo grave… en el rostro de angustia o preocupación de sus padres? Si no lo hiciste, te invito a hacerlo. Pensá primero en la persona, después en el estudiante. No lo abarrotes de actividades sin sentido, ayúdalo a pensar, a crear, a imaginar cosas lindas, ¡a jugar![…] Mandales un audio por WhatsApp o un mensaje escrito o un video en la plataforma a tus estudiantes y a sus padres en el que se sientan acompañados, en el que sientan tu voz, tu apoyo. Dale fuerzas, dale ánimos y por sobre todo, ganas de volver a la escuela, para que cuando todo esto termine, te abrace agradecido por todo lo que le brindaste y enseñaste y vos educador/educadora, vuelvas a sentir que vivir y trabajar de lo que uno ama, vale la pena! ¡Hagamos la diferencia!”

Copiado del perfil de Patricia Nagel, psicopedagoga. Porción.

Lo dijimos más arriba, una manera de acompañar que tenemos es uniéndonos como pueblo en oración. No nos cansemos de orar. Oremos por nuestros gobernantes, médicos, enfermeros y empleados de la salud, por las fuerzas de seguridad y militares, para que sean preservados de contagio y enfermedad. Oremos por nuestros pastores para que con sacrificio, fidelidad y creatividad cuiden del pueblo de Dios. Oremos por nuestros mayores y personas vulnerables para que siempre haya quienes cuiden de ellos y los asistan. Oremos por nuestros maestros y profesores para que con creatividad y empatía puedan llegar y asistir a sus alumnos. Oremos por nuestras congregaciones, sus pastores y miembros, por nuestras iglesias hermanas y los cristianos en el mundo para que la fe de cada uno sea preservada y esté siempre por encima del temor. Roguemos al Señor para que esta pandemia pronto llegue a su fin. 

Arturo E. Truenow, Pastor presidente.