Certezas

Estamos rodeados de incertidumbres. Muchas de ellas no nos cambiarán la vida, como por ejemplo, el saber alguna vez dónde se originó el virus que hoy mantiene en vilo al mundo. Otras son más cercanas a nuestra realidad: ¿son reales los datos sobre los infectados? ¿Hasta cuándo tendremos que vivir sin darnos la mano o darnos un abrazo? Otras tienen que ver con nuestra persona: ¿seré yo uno de los infectados? ¿Qué pasará conmigo si esto me ocurre? ¿Qué pasará con mi familia?

En medio de tanta incertidumbre, Dios te trae certezas mediante esta palabra que quedó escrita en Romanos 8.28-39 y que comienza así: Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman.

Ocurrió con Abraham. Cuando ya no había posibilidades humanas para concebir, porque era muy viejo, de pronto tiene en sus brazos al hijo tan deseado. Y ahora que lo tiene, Dios le pide que lo ofrezca en sacrificio. Miles de preguntas habrán cruzado por su cabeza. Fue una vivencia angustiante. Pero finalmente Dios dispuso que esta historia termine en bien, y Abraham lo pudo ver. ¡Dios proveyó un cordero como reemplazo de su único hijo!

Lo mismo podemos decir de José. Fue vendido por sus hermanos, acusado de algo que no cometió y terminó preso por varios años. De pronto, es convocado para ser primer ministro de Egipto y salvar de una terrible hambruna al mundo conocido. Por cuántas injusticias tuvo que pasar por mantenerse fiel a Dios. Finalmente, Dios dispuso que todo termine en bien, y José lo pudo ver.

Por experiencia y porque Dios lo dice, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman.

El mismo verbo aparece un poco antes: no sabemos qué nos conviene pedir, pero sí sabemos que Dios dispone…

Varios años antes y también en la época de Lutero la peste negra se llevó a un tercio de la población de Europa. ¿No amaban a Dios lo suficiente? ¿Es en respuesta al amor a Dios que él dispone todas las cosas para nuestro bien?

Viene bien esta aclaración: no es porque lo amamos que Dios dispone todas las cosas para nuestro bien. Lo amamos porque él nos ha llamado de acuerdo con su propósito.  

Veamos todavía el caso de Esteban. Hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, de sabiduría y buen testimonio. ¡Es elegido diácono! Su familia se habrá puesto contenta. Ahora cumple una función especial dentro de la congregación. Con los otros 6 elegidos fue instrumento de paz, de tranquilidad y solución a un problema sensible que se había originado por diferencias en el trato entre las personas. Poco después lo encontramos predicando el sermón más completo que se registra en el libro de Hechos. Terminado el sermón, es apedreado y muere. ¿Por qué no se quedó en el molde? ¿Qué hacía predicando si para eso estaban Pedro y los demás apóstoles?

¡Qué amplitud la de estas palabras! Hasta la muerte está incluida en estas todas las cosas que Dios dispone para el bien… Y noten otro detalle: no dice, para nuestro bien en particular sino para el bien de aquellos que lo aman, es decir, la iglesia, el pueblo de Dios. Dios dispuso la muerte de uno de sus más fieles testigos para que la iglesia no se estanque y se vuelva un organismo cómodo, sino que lleve a cabo aquello que Cristo le había encomendado: ser testigos de él no solo en Jerusalén, sino en toda Judea, en Samaría y hasta el último rincón de la tierra.

Por otro lado, ¡qué más podía pedir este diácono! Fíjense lo que quedó escrito: “Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, levantó los ojos al cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús a su derecha. Dijo entonces: «Veo los cielos abiertos, y que el Hijo del Hombre está a la derecha de Dios… y mientras lo apedreaban, Esteban rogaba: «Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Hechos 7.55-56, 59.

Sabemos que Dios dispone todas las cosas… ¿en qué lo sabemos?

En que entregó a su Hijo por todos nosotros. No tuvo contemplación de él. Esta vez no hubo un cordero que librara de la muerte al hombre (como ocurrió con Isaac). Él mismo era el cordero, el cordero de Dios.

A pesar de nuestro pecado, de nuestra maldad, a pesar de que nuestra garganta es muchas veces un sepulcro abierto, y que no hay ni uno solo entre nosotros que sea justo; sin embargo Dios nos considera como un tesoro escondido en el campo, como una perla preciosa. Y termina despojándose de todo lo que tiene, de lo máximo, de su propia vida para tenernos con él. ¿Y por qué esto? ¡Porque nos ama!

Sabemos que Dios dispone todas las cosas… ¿en qué lo sabemos?

En que nadie podrá acusarnos ni condenarnos. ¡Otras certezas para que estemos seguros y confiados!:

  • A nosotros, pecadores, ¡Dios nos declaró libres de culpa! 
  • El caso ya está cerrado. Quien quiera acusarnos está perdiendo el tiempo. Acusar a los escogidos de Dios es ponerse a luchar contra Dios mismo, es querer impedir que ejecute su voluntad. ¿Quién puede hacerlo?
  • Lo intentó el faraón y no pudo. El pueblo de Dios finalmente saboreó la libertad. 
  • Lo intentó el diablo en el desierto con Jesús, y luego a través de Pedro (cuando lo llamó aparte para disuadirlo de su anuncio de muerte), lo intentó en Getsemaní (y tuvo que dar un paso al costado) y finalmente habló por boca de aquellos que estaban al pie de la cruz: “si eres el Cristo, baja de ahí y sálvate…”
  • Porque murió, resucitó e intercede por nosotros, nadie podrá acusarnos ni condenarnos.

Por esto también tenemos esta otra certeza: nada ni nadie podrá separarte de la comunión que Dios estableció contigo desde el bautismo. 

  • Habrá elementos terrenales que lucharán contra esta comunión (Jesús pasó por ellos): Tribulación, la angustia producida por esta pandemia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada.
  • Habrá elementos sobrehumanos que querrán quebrar esta comunión: principados, potestades, el diablo pinchando una y otra vez.

Pero esto es cierto: nada ni nadie podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor.

Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo amanNo algunas, todas. 

Que esta certeza y aquellas que enumeramos en este escrito te acompañen en este tiempo de incertidumbre que nos toca atravesar, te ayuden a sobrellevar los momentos difíciles, te traigan consuelo y paz, y te mantengan siempre preparado para cuando el Señor disponga tu partida. 

Ese día, otra vez se podrá decir: esto es bien cierto, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman. 

Pastor presidente Arturo E. Truenow