En un pequeño pueblo

Yapeyú es un pueblo muy pequeño en la provincia de Corrientes, pero es la cuna del padre de la Patria. Mucho tiempo antes, Dios había elegido a un pequeño pueblo de Israel para que naciera su Hijo, siglos antes que los evangelios nos cuenten que efectivamente allí se dio su nacimiento.

Quiero detenerme en distintos detalles de la elección de esta pequeña aldea, para aplicarlos a nuestra vida, para alegrarnos en Dios, para sabernos acompañados, fortalecidos.

Belén era una aldea de unos 300 habitantes. Como eligió a David en lugar de a sus fuertes hermanos para comenzar con el linaje real, así eligió a uno de los últimos pueblos para la venida del Salvador. A menudo Dios usa a gente insignificante para llevar a cabo sus planes: Moisés quedó sorprendido. ¿Y quién soy yo para sacar…? Solo a Dios se le pudo ocurrir fundar la iglesia cristiana con pescadores e indoctos de Galilea. La elección de Belén nos recuerda que por más pequeños e insignificantes que seamos, Dios igual nos tiene en cuenta, nos distingue, nos identifica. Es reconfortante para aquellos que se sienten rebajados por la acción de los demás; están oprimidos, reducidos a causa de sus culpas; sufren las consecuencias de sus fracasos. Dios nos elige a partir de su amor incondicional, no a partir de lo que somos. Nuestro lugar en su Reino subraya su grandeza, no la nuestra.

Belén significa “casa de pan”. El nombre se ajustaba a sus fértiles valles y laderas. En aquel pueblo nació el pan de vida, pan que por su gracia seguimos recibiendo hoy día.

Como todo pueblo, Belén también tiene sus historias tristes, dolorosas: en el camino a Belén, en la región de Efrata, murió Raquel, la esposa de Jacob. Murió al dar a luz a Benjamín (hijo de mi dolor, tristeza). Miqueas no nombra a los parientes de nuestro Salvador, solamente hace mención de su madre, la que ahora está encinta. Al poco tiempo del nacimiento tuvo que huir a Egipto. Más tarde, la madre de nuestro Señor estará al pie de la cruz. En medio de nuestras historias de tristeza y dolor, el consuelo está entre nosotros: consuelo que proviene de la cruz de aquel que nació en Belén.

Belén también fue el sitio de un gran romance entre Booz y la extranjera Rut. La elección de Belén nos asegura que todos nosotros somos objeto de su amor. Nadie es exclusivo, nadie es preferido por encima de los demás. Nos invita a recibirnos unos a otros como Cristo nos recibió a nosotros.

Una característica de suma importancia de Belén es su relación con la realeza. Belén fue la ciudad de David, el rey más grande de Israel. Un censo llevó a José y María a la ciudad de David donde nació el rey de reyes y Señor de señores.

Aunque seas pequeño, desconocido, insignificante para el mundo que te rodea, Dios te bendice, te tiene en cuenta, te identifica como hijo suyo; te quiere de manera incondicional; te hizo testigo de su obra y colaborador en su Reino. Para esto te dio un regalo redentor que nació en un pequeño pueblo llamado Belén. ¡Bendecida nochebuena y navidad!

Pastor presidente Arturo E. Truenow

“Tú, Belén Efrata, eres pequeña para estar entre las familias de Judá; pero de ti me saldrá el que será Señor en Israel. Sus orígenes se remontan al principio mismo, a los días de la eternidad. El Señor los entregará hasta el momento en que dé a luz la que ahora está encinta y el resto de sus hermanos vuelva con los hijos de Israel. Se levantará para guiarlos con el poder del Señor, con la grandeza del nombre del Señor su Dios; y ellos vivirán tranquilos porque él será engrandecido hasta los confines de la tierra. Y él será nuestra paz”. Miqueas 5:2-5.