El 6 de enero es el día de epifanía (manifestación, aparición). También se lo conoce como el día de la “navidad de los gentiles”, de los no judíos. La época de epifanía conecta el nacimiento con el tiempo de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo. El punto de partida es la visita de los magos al niño Jesús. Recreamos lo que ocurrió con la letra de este hermoso himno:
1. Del Oriente somos los tres,
Cabalgamos hasta Belén,
Que ha nacido el prometido,
Príncipe de Israel.
Coro
¡Oh, astro de sublime ardor,
De divino resplandor!
Nuncio bello, tus destellos
Nos guiarán por su fulgor.
2. Oro traigo para el rey
Que ha nacido aquí en Belén,
Rey excelso, rey eterno,
Del mundo sumo bien.
El oro era el obsequio obligado para un rey. Jesús ejerce un reino de poder sobre el mundo; de gracia sobre su iglesia; de gloria cuando venga en el día último.
3. Del lucero vamos en pos,
Nos conduce al Hijo de Dios;
Yo le ofrezco grato incienso,
Le rindo adoración.
El incienso es una sustancia aromática asociada con el culto y el sacerdocio. Jesús es nuestro sacerdote, aquel que intercede por nosotros. Él hizo de puente entre Dios y nosotros, para que podamos tener acceso y comunión con él.
4. Ha venido al mundo la luz,
Mirra yo le ofrezco a Jesús,
Mirra pura, amargura,
Símbolo de la cruz.
La mirra es regalo para un muerto. Era el perfume que se usaba para que el cuerpo no se descomponga con tanta rapidez. Es un regalo que apunta a la muerte y resurrección de nuestro Señor. Él es el único que murió, fue sepultado, y su cuerpo no sufrió deterioro, porque fue resucitado, como el Salmo 16 ya lo anunciaba: “No dejarás que mi vida termine en el sepulcro; no permitirás que sufra corrupción tu siervo fiel”. Sal 16.10.
5. Rey supremo, Dios Salvador,
Cielo y tierra te dan loor:
¡Aleluya! ¡Aleluya!
Cantemos con fervor.
Ofrezcamos todo nuestro ser, con la misma actitud de adoración que los sabios: arrodillados ante él. “Cuando entraron en la casa, vieron al niño con su madre María y, postrándose ante él, lo adoraron” (Mateo 2.11).